Derrochar es botar el dinero, así de simple, es desperdiciarlo o tirarlo sin haberlo aprovechado.
Es comprar cosas que no necesitamos, o que no queríamos realmente y que por lo tanto no habremos de usar después, cosas que quizás permanecerán guardadas sin uso hasta que el tiempo las deteriore, las oxide, o las inutilice por otros efectos degenerativos del desuso.
Es comprar comida que no comeremos o que se irá al cesto de la basura sin que alguien la haya probado o quizá a medio consumir o quizá descompuesta naturalmente porque no se utilizó a tiempo. ¿Por qué alguien acepta derrochar el dinero a pesar de ser este un acto tan insensato? Es difícil saberlo pero ayuda pensar en algunas razones de ciertos prototipos de derrochador. En primer lugar está la persona que tiene mucho dinero, o aquel que lo consigue muy fácil y rápidamente y quien lleno de vanidad, quiere comunicarles a los demás acerca de su opulencia incuestionable, buscando reafirmar su estatus de acaudalado y su relevancia social.
Están los que movidos también por la vanidad, desean aparentar de que son muy solventes y que por lo tanto pueden darse el lujo de desperdiciar el dinero, así no lo tengan en abundancia. Estos son los más abundantes porque han sido absorbidos por la hipnosis popular del consumismo.
Están también los que malversan el dinero, solamente por ignorancia, porque desconocen algunas reglas básicas de la protección del dinero y por tal razón lo aplican a gastos descuidados o hacen inversiones engañosas o fraudulentas inducidos por personas inescrupulosas que se aprovechan de su candidez y su nobleza. A estos, Dios los perdona porque no saben lo que hacen. De cualquier forma el derroche es una insensatez. Significa que tiro a la basura un recurso que tantas personas están necesitando. “Botar comida es pecado”, era una frase de nuestros mayores, revestida de una concepción cristiana, que nos confronta con el hecho de que, mientras alguien desperdicia comida aquí, en otra parte cercana o lejana, hay seres humanos , niños y adultos que están muriendo por falta de alimento.
En cualquier fe religiosa se registra esta ironía como un desacierto absurdo de la conducta humana. ¿Cómo voy a desperdiciar algo que podría estar dando la vida a otra persona que está a mi lado? Ese es el concepto de “pecado” que en última instancia y fuera del contexto religioso, significa el consentir con un acto torpe y deshumanizado. Desde el punto de vista de la salud financiera el derroche es un adefesio total y no debería tener cabida en una persona que planifica sabiamente sus recursos.
El dinero que vamos desperdiciando, así sea poco por el momento, representará con el tiempo una suma importante, a la cual seguramente podríamos encontrarle una destinación más sabia y provechosa en el futuro. No se trata solamente del remordimiento que podría dejar el derroche en una persona todavía con algo de conciencia, sino de la ineficiencia que representa gastar dinero en cosas que no necesitamos o que no habremos de utilizar, o que simplemente desperdiciaremos luego, o que se convertirán rápidamente en basura para agravar la carga contaminante del planeta.
Se trata de cuidar un valioso recurso que la providencia nos ha brindado, utilizando nuestra inteligencia y nuestra responsabilidad, para administrarlo con sabiduría y sensatez y aplicarlo en cada ocasión con atención a nuestro amor por la vida, por las personas y por la naturaleza.